La mayor sala blanca del Sur de Europa está en Barcelona

El Instituto de Microelectrónica de Barcelona fabrica chips que viajan a Mercurio y el Sol

Los chips se han convertido en un asunto de interés de los estados en los últimos tiempos. La escasez de estos pequeños componentes, imprescindibles para el correcto funcionamiento de todo tipo de aparatos, desde un teléfono móvil a un automóvil, hizo saltar las alarmas a finales de 2020. La Comisión Europea y los gobiernos comenzaron a impulsar políticas para el desarrollo de esta industria con el objetivo de reducir nuestra dependencia del exterior.

En ese contexto, el Gobierno español anunció el pasado mes de abril el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica de Microelectrónica y Semiconductores, conocido como PERTE Chip, y lo aprobó en el último Consejo de Ministros de mayo. Esta estrategia ya está produciendo resultados, como el acuerdo de Intel Corporation y el Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS) para crear un laboratorio que trabajará en el desarrollo de una nueva generación de supercomputadores.

Micro y nano tecnologías
Las políticas europeas y el PERTE Chip servirán también para respaldar el trabajo de entidades que ya trabajaban en este sector, cuyo trabajo rebasa nuestras fronteras e incluso las de nuestro planeta. Es el caso del Instituto de Microelectrónica de Barcelona, donde se investigan y desarrollan micro y nano tecnologías y microsistemas. Fundado en 1985 e integrado en el CSIC, tiene una capacidad destacada en tecnología de silicio, y cuenta en sus instalaciones con la mayor sala blanca del sur de Europa.

La sala blanca es un laboratorio con unos requisitos muy exigentes de limpieza. Se utiliza en diferentes industrias para el desarrollo de componentes que precisan de esas condiciones para optimizar su producción y su posterior integración en los equipos de los que formarán parte. Las personas que trabajan en este tipo de instalaciones tienen que vestir trajes que les cubren de pies a cabeza, casi como astronautas, que se ponen en un vestuario intermedio para evitar la contaminación del exterior. Ni una mota de polvo puede moverse dentro de este laboratorio, que mantiene unas condiciones constantes de temperatura, humedad y presión.

Circuitos fotónicos
En los 1.500 metros cuadrados de la sala blanca del Instituto de Microelectrónica de Barcelona se desarrollan tecnologías de silicio, carburo de silicio, circuitos fotónicos, dispositivos cuánticos y muchas más. En su interior, los pequeños procesadores que se diseñan y producen en este centro pueden manejar una gran cantidad de datos. Y es que sus aplicaciones pueden ser muy exigentes.

De este laboratorio, ubicado en el campus de la Universidad Autónoma de Barcelona, en Cerdanyola del Vallès, han salido microchips que en la actualidad viajan en sendas naves espaciales que se dirigen a Mercurio y al Sol, otros orbitan la Tierra y entre los que no han abandonado nuestro planeta, destacan los que equipan los aceleradores del experimento Atlas, en el CERN. Otros se utilizan para medir ondas cerebrales.

Entre los últimos retos en los que se ha embarcado este laboratorio, destaca la fotónica, una tecnología que previsiblemente revolucionará en el futuro la forma en que se procesa la información. Desde la fibra óptica a la impresión, la iluminación, el desarrollo de sistemas fotovoltaicos y la configuración del internet de las cosas cambiarán cuando los científicos aprendan a controlar y manipular los fotones y hacerlos portadores de información.

Fotos. CSIC